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Revista Toma Lo Tuyo

Para Chester Bennington

Los que dicen que suicidarse es “hacer la fácil” evidentemente no se han suicidado todavía.

Chester Bennington lo hizo antier y el mundo hoy no lo puede comprender. Sobre todo ese mundo de finales de los noventa, que apaciguó las adolescencias con los gritos y murmullos del cantante, una figura esencial en el mundo de la música rock a finales de siglo veinte.

El trágico final de Bennington se asemeja mucho al de su amigo Cornell, de Soundgarden, quién murió ahorcado en un hotel en Detroit. Ambos decidieron quitarse la vida obligándose a la asfixia. ¿Coincidencia? ¿Verdad?

In the end…it doesn’t even matter?

Simbólico sí es, en todo caso. Ambas vidas musicales dedicaron sus carreras enteras a expiar los dolores de sus contemporáneos a partir de la expresión de los propios.

El famoso “shut up! Shut up when I’m talking to you!” De Bennington en “One Step Closer” fue el “Here We Are Now, Entertain Us” de la generación millennial: un grito que exigía respeto, que expresaba beligerancia y desobediencia, acompañado de una vulnerabilidad semejante a la que la generación entera iría exponiendo a la llegada a la adultez.

Linkin Park definió el rock del nuevo milenio, para bien o para mal, su fórmula inexacta de Goth, Metal, Hip Hop y electrónica dio resultados comerciales y consolidó al Nu Metal como la nueva frontera de la radio musical, pero fue el grito de Bennington el que legitimó el sentir. Por eso ayer, cuando dejó de gritar para siempre, se construyó un ícono y se reconoce a un vocero.

Pero la mayoría de esos voceros terminan asfixiados por sus propios gritos. Porque por más notorios que sean, por más sinceros que parezcan, terminan siendo de otros. Y la intención original, de aliviar el dolor propio concluye en la euforia poderosa del unísono en un concierto. No existe otro modo de explicar estos ahogamientos.

Chester Be se me parece hoy – al igual que Cornell – al personaje descrito en las líneas de aquel poema del mexicano Juan de Dios Peza: un hombre sumido en el infierno eterno de la depresión que busca remedio en el consultorio de un famoso médico. Luego de hallarlo desahuciado y sin alivio alguno a pesar de todos los privilegios que la fama, el dinero y hasta el amor le otorgan, no duda el doctor en recomendarle ver al artista más famoso de la época:

“Tomad hoy por receta este consejo:
Solo viendo a Garrick podéis curaros.”
“-¿A Garrick?”
“-Sí, a Garrick: la más remisa y austera sociedad le busca ansiosa,
Todo aquel que ve muere de risa,
¡Tiene una gracia artística asombrosa!”

“Y a mí, ¿me hará reír?”

“¡Ah, sí! Os lo juro. El sí, nada más él. Mas ¿qué os inquieta?”

“Así – dijo el enfermo – no me curo,
YO SOY GARRICK,
¡CAMBIADME LA RECETA!”

We love you Chester.

 


Alejandro Marin
Written by Alejandro Marin
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